20 julio 2006

Las noches de Baudelaire.


Aquella oscuridad mental sobre las letras,
su fascinante sonido exterior, pero sobre todo
el apego discipular al arte insomne, Baudelaire no es el lazarillo del mal,
pero se creía hijo de una formación demoníaca.

Aquel leve discipulario de las armas bestiales no fue aceptado en el cielo ni por sus poemas celestes ni por su mirada de gato, San Pedro le cerró las puertas antes de su nacimiento, no halló lugar en el infierno porque aquellos rincones oníricos de maleza diabólica sólo aceptan finísimas secuelas míticas como aquella de Adán o la tristeza caína, Baudelaire no amó a Satán sino a los gatos, que de tan negros no dejaron marcas en su poética sino sólo en su alma.

Ahí está el ave del mal, Negra,
más negra que la conciencia sacerdotal de aquel que habiendo jurado pobreza y castidad eleva las pasiones más perversas a una segunda espiritualidad de la corrupción.

El señor de las flores del mal también es una época imaginaria. Ningún credo le sirvió de origen, ninguna flor para mirar los pétalos, no fue víctima del invento llamado amor pero tampoco sucumbió al odio de los hombres.

Seguramente

Baudelaire, el de los gatos intranquilos no conoció las sombras, aquella oscuridad en la mente femenina que deja un vacío en el pecho.

El ultimo spleen es el reflejo más noble de su cabeza bruna que le dejó las horas más vacías de su existencia resumida a cuarenta y seis años, aquellos largos carros fúnebres en el alma del poeta no eran de desesperanza sino de humedad, aquel que le llamó a la muerte hizo una invocación que le costó la vida, el brujo de la composición Tartu repitió una y otra vez aquella fotografía mental que le terminó por podrir el alma, no era el demonio sino él mismo, diríamos que Baudelaire es la reencarnación del mal pero le daríamos el crédito que no merece, Charles es el vate que vuelve sus ojos y su pecho al contacto de una segunda muerte que no llega al momento del rito funerario sino antes, justo cuando empezo su primera Letanía.

Sufrir dos muertes es peor que ser recordado por la historia…
Lo tienen como poeta maldito,
aquel que maldijo a Dios y redujo a cerdo a Jesucristo no puede ser maldito porque el adjetivo le queda grande, Baudelaire es un reflejo borroso de su época que de tan avanzada perdió la mágica tonsura de la belleza.

Baudelaire no es un poeta sino un templario
que perdió el rumbo y encontró la luz. No fue la luz divina o la seducción de un ente diabólico sino la luz de los hombres que es peor que las primeras. Aquella es la luz que rompe la paz, el virus que carcome las membranas cadavéricas de los condenados al mundo, él pertenece al universo de los que encontraron un lugar en la mente periférica de los hombres.

El crítico francés no hizo más que manchar su santo nombre con formaciones imaginarias, con sombras, nefastos rosarios y humo parisino.
De los grabados epidérmicos, el que deja hullas más profundas y huecos cerebrales es la poesía.

Aquel viajero crepuscular no anda descalzo sino con alas, por eso el búfalo murió antes, por eso cayó de las simas más bajas al infierno para hacerle una letanía hipócrita a las sombras, por eso sus huesos los carcomen las piedras porque los gusanos son demasiados espléndidos para comer impurezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, bueno, yo soy amante de Baudelair. ¿Eso poensas tú de él? Para mí es el gran dios que bajó del cielo para decirnos como se escribe la poesía francesa que en su contexto estaba decayendo, estoy segura de que lo que dices de él no es contra él sino en contra de los escritores tan vacíos en la actualidad, pensar en Charles como un ente malo en la literatura es no creer en la literatura, creo que tú no vas por ahí, creo que tu crítica no es a la literatura francesa sino a la hispana, ¿De dónde eres? Sabes, tus haikus me dicen que no eres un crítico de poetas sino un contemplador, me interesa tu obra, nos estaremos leyendo. ¿Tienes más artículos? Saludos. ¿Eres lingüísta? Si es así que maravilloso.

Nora Fernández.