23 noviembre 2006

El primer elemento es el fuego de donde han nacido todas las estrellas del
cielo. Todo abrazo y toda caminata es ritual. Como todos los 23 de
noviembre, visito a Don Pepe. Él nacio el 23 de noviembre de 1923, el mismo
año en que nació mi abuelo. Este es el último poema que he escrito, pertenece a
un poemario mucho mayor y va a estar un tiempo aqui, por lo menos en lo que
regreso de mi visita a don Pepe que tanto nos ha enseñado de los vientos.



La región del tiempo

Andar que crece lento y sin medida,
porción que late en la región del tiempo.
Cuando dormí en tu piel profundamente,
los tiempos se fugaron. Eres lágrima
tu ciclo atemporal, tu ciclo de agua
eres esa corriente repentina
eres casi el instante donde duermen
los riscos, las gaviotas y las águilas.
Eres casi el instante, casi sombra,
los instantes que tuerces, los torcemos.
Tuércete en mí como tus blancas páginas
tuerce tu piel, tus hojas infinitas,
tu cabello, tu cima, tus reflejos,
tus renglones escritos sobre gotas,
tu voz reciente, tus grandes crisantemos.

Abrazaron los siglos tu mirada.
Los tiempos van fugándose en la noche,
los tiempos repentinos que se esconden,
se acaban las raíces que sembramos
se acaba el tiempo que se fuga siempre.

Tu figura, tu mar de tentaciones,
tu leve caminar en la mañana,
tus semillas de mar vienen, se agotan,
tu leve caminar que te delata.

En tu falda, profética muchacha,
va cayendo la brisa, te camino,
en tu falda cristales o lloviznas,
en tu falda lunares que nacieron
preñados en tu piel, preñado al tacto,
son recientes lunares o gladiolas,
son largas caminatas que se mecen.

Mientras te mece a ti lo mece todo
nos mecemos instantes en tu cuerpo
y nos vamos perdiendo entre las sábanas.
Los lunares, las sombras, los remedios,
Háblame de tu cuerpo enloquecido.
Rosa la tempestad. Lanzas un grito
Y nos vamos al rumbo donde el fuego
te tuerce, lo tuerce. Todo el tiempo
juega a rozarte levemente. Los dos,
los dos rozando los inviernos
los dos prendidos en la nieve. Frágil
tu frágil caminar que se detiene
en el tiempo, los fuegos, los olvidos
tu piel es un olivo entumecido,
tu piel se va quemando mientras hablas
de la paloma blanca, de los niños,
de haiku que se fuga de tus poros,
del quiasmo que va con explosiones
en tu vientre seguro hay un misterio
donde olvidan las diosas sus secretos

Sin pensar en tu pelo que se cansa,
tu cabello cansado que se agita
las olas, el viento, las caricias
tu cabello que va desmoronándose.

A tí te agitan las ciruelas suaves
al contacto sediento de la espuma.

Rosas la tempestad. Rosa tu cuerpo
rozando los minutos cuando fuimos
rosa de viento que se mece triste
rosa profundamente cada siglo.
Rosa que el mar después también agita,
rosa que luego flota entre los años.

Ángel Lipizano.

21 noviembre 2006


un peut de poèsie de mes amis... Ce la bon poèsie parce que mon poèsie est terrible.

Deleitense.

GRITO EN PENUMBRA

La noche se ha caído de mis manos

German List Arsubide, “Silabario”.

Los trenes que cruzan mi cabeza

en las noches son más insondables.

En lo invadido de lo oscuro y somnoliento

son brutos maquinistas que bufan,

hacen sonar siempre silbatos sordos

hasta molestar a la estrella más diminuta.

Ellos beben conmigo licores de cometa

y suenan sus maquinas de sueños para contarme historias:

a veces vientos herméticos,

a veces cascadas de espanto.

Todas las mañanas despierto

con un sabor a cigarro

que cruza mi boca y se despide;

con un olor a grasa

o sensación de hierro viejo

despierto como si hubiese dormido.

-Víctor Ramírez-

08 noviembre 2006

Pongámoslo desde un principio.
El erotismo:

- "Sin erotismo no hay gran literatura"
El autor de Elogio
de la madrastra comenta algunas lecturas
fundamentales de la literatura
erótica al tiempo que repasa su
biografía como aficionado al género desde los
días de estudiante en
la Lima de su juventud y reflexiona sobre las
conexiones entre
placer sexual y placer estético. Mario Vargas Llosa
"Digámoslo desde el principio: no hay gran literatura erótica, lo que
hay es erotismo en grandes obras literarias. Una literatura
especializada en erotismo y que no integre lo erótico dentro de un
contexto vital es una literatura muy pobre. Un texto literario es
más rico en la medida en que integra más niveles de experiencia. Si
dentro de ese contexto el erotismo juega un papel primordial, se
puede hablar verdaderamente de literatura erótica.
La Celestina, por ejemplo, es una obra maestra, probablemente la más
importante de la literatura española después del Quijote. Decir que
La Celestina es una obra erótica sería empobrecerla, porque aunque
es eso, también es muchas otras cosas: una obra de una gran riqueza
verbal, de una gran inteligencia en su construcción, que incluye
muchas manifestaciones de la vida -la moral, la cultura, la
psicología-, pero indudablemente el erotismo tiene en ella un papel
primordial.
¿Un ejemplo contemporáneo? Lolita, de Nabokov, una de las grandes
novelas modernas. En ella el erotismo tiene un papel principal entre
muchos otros ingredientes que juegan un papel similar dentro de una
gran complejidad. Así es como se da en la vida la experiencia
erótica. Una exaltación muy desembozada de la pulsión sexual, de la
fantasía erótica, de los fantasmas, del derecho al placer. Todo eso
está en Lolita, que, por otra parte, es una obra muy intelectual. El
mejor erotismo nunca está disociado de otras manifestaciones, que,
además, lo enriquecen".
Erotismo y pornografía
"La frontera entre erotismo y pornografía sólo se puede definir en
términos estéticos. Toda literatura que se refiere al placer sexual
y que alcanza un determinado coeficiente estético puede ser llamada
literatura erótica. Si se queda por debajo de ese mínimo que da
categoría de obra artística a un texto, es pornografía. Si la
materia importa más que la expresión, un texto podrá ser clínico o
sociológico, pero no tendrá valor literario. El erotismo es un
enriquecimiento del acto sexual y de todo lo que lo rodea gracias a
la cultura, gracias a la forma estética. Lo erótico consiste en
dotar al acto sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin
escamotear el placer y el sexo, añadirle una dimensión artística.
Ese tipo de literatura alcanzó su apogeo en el siglo XVIII. Los de
ese siglo son grandes textos eróticos que a la vez son grandes
textos artísticos. A esto habría que añadirle que en ellos hay una
carga crítica que hoy se ha perdido. Los autores de esa época creían
que escribir de esa manera, reivindicar el placer sexual y darle al
cuerpo ese tratamiento reverente era un acto de rebeldía, un desafío
a lo establecido, al poder. Los escritores eróticos eran, pues,
pensadores revolucionarios. Diderot, por ejemplo. O Mirabeau, que
desde la prisión escribe a Sofía de Monnier cartas de un contenido
sexual muy fuerte. Para él esos escritos forman parte de una lucha
por la transformación humana, por la reforma social. El caso más
extremo, sería el marqués de Sade, aunque no creo que de los textos
de Sade pueda decirse que son de exaltación del placer erótico. Hay
algo intelectual, obsesivo, casi fanático en sus demostraciones
sexuales.
Sea como fuere, el reconocimiento del derecho al placer es en el
siglo XVIII un instrumento para conseguir un mundo mejor, más libre,
más auténtico, menos hipócrita, un medio para liberar al individuo
de las iglesias, de las convenciones. Eso no se vuelve a alcanzar.
El erotismo en el siglo XIX se convierte en un juego muy refinado. Y
en el XX se banaliza, se vuelve superficial y previsible, se
comercializa, en el peor sentido de la palabra. Ya no genera
experimentación formal y pierde su carga crítica, salvo en casos
excepcionales, como el de Bataille. Los escritos de Georges Bataille
son profundamente revulsivos, muy desafiantes con las últimas
convenciones. A la vez son más lúgubres y siniestros. Los suyos son
más textos de perversión que de asunción del placer, pero es uno de
los escritores modernos en los que el erotismo va acompañado de una
gran audacia artística".
Liberalidad contra literatura
"La liberalidad de las costumbres, que es un progreso moral para la
sociedad, ha jugado tradicionalmente en contra de la literatura
erótica. Ha hecho que el erotismo pierda la carga de inconformismo,
de desafío a la moral establecida que tenía cuando los de talante
erótico eran libros para leer a escondidas, volúmenes que estaban en
los infiernos de las bibliotecas, lo que les daba una aureola
especial. Eso ha desaparecido y ha hecho que el erotismo se haya
vuelto previsible, convencional, mecánico, es decir, que se haya
degradado en pornografía. Hoy escribir un libro erótico es mucho más
difícil que en el pasado porque ya no es la censura lo que hay que
flanquear, sino el escollo de la banalidad y del estereotipo. Hay
una permisividad tal que todo es aceptable y aceptado. El efecto
escandaloso ha desaparecido. Ahora hay un erotismo más de lujo,
refinado, como un juego elegante. Un buen ejemplo de esto serían las
obras de André Pieyre de Mandiargues, que son muy finas y están muy
bien escritas, con un aliento poético un tanto surrealista pero de
una carga sensual muy marcada, con una dosis de fantasía muy grande.
Es lo contrario del malditismo buscado de Bataille, que pensaba que
por ahí vendría una liberación del espíritu. En Mandiargues todo es
juego, aunque sea de un alto nivel.
En el mundo de lengua española la literatura erótica como tal es
casi inexistente. La hubo en el pasado, tal vez porque hubo también
una tradición represiva muy grande. En la literatura moderna hay
textos de una gran libertad de expresión, insolentes, hasta
vulgares, pero el erotismo no es eso, sino que exige cierto
refinamiento. El erotismo no es de sociedades primitivas. Requiere
una evolución en las formas y una adquisición de grandes espacios de
libertad para el individuo. Sólo en ese contexto la relación sexual
se convierte en un juego, en un teatro, en una ceremonia, en unos
ritos, y adquiere una connotación artística. El amor se practica
entonces como un espectáculo rodeado de formas. Eso no se da en
culturas muy represivas ni muy reprimidas, y por supuesto, no se da
en sociedades primitivas. La tradición erótica presupone un elevado
nivel de civilización".
Biografía de lector
"Descubrí la literatura erótica cuando era estudiante universitario,
de una manera casual. Conseguí un trabajo de ayudante de
bibliotecario de un club social de Lima muy activo, el Club
Nacional, el de la gente rica. Mi maestro de historia era el
bibliotecario de ese club y me contrató como ayudante. Mi labor
consistía en ir dos horas al día a fichar los libros que se
adquirían. En esa época ya no se hacían muchas adquisiciones, así es
que yo aprovechaba esas horas leyendo los libros de la biblioteca
del club, que en el pasado había adquirido libros eróticos de gran
calidad. Tenían la colección completa de Les Maîtres de l'Amour (los
maestros del amor), una colección que dirigió en Francia
Apollinaire, con muchos libros prologados por él mismo, a veces de
una manera muy erudita, siempre muy irónica. Allí descubrí la
tradición erótica al más alto nivel literario: Sade, Restif de la
Bretonne, John Cleland, el autor de Fanny Hill, Sacher-Masoch,
Casanova, por supuesto, allí estaban los tres tomos de sus
memorias... Estaban todos. Durante un tiempo, y de una forma un
tanto inocente, pensé que ahí estaba la verdadera revolución, que en
ese tipo de literatura se estaba gestando una transformación
profunda de la sociedad, de la moral, del individuo. Era una idea
bastante ingenua de los poderes de la literatura erótica. Descubrí,
no obstante, una veta riquísima. Había, por ejemplo, unos tomos con
una selección de los cuentos más eróticos de Las mil y una noches.
La colección era muy interesante porque reunía grandes textos
eróticos y además daba una perspectiva erótica para acercarse a la
literatura en general.
Durante un tiempo leí esos libros con gran pasión. Después supongo
que descubrí su gran limitación: la monotonía. La relación sexual
enriquece extraordinariamente la vida, pero es limitada. Por más
inteligencia que se ponga en renovarla, siempre transcurre en un
marco determinado. Y eso da a los textos que son sólo eróticos una
gran monotonía, los hace caer en la rutina de lo previsible. Por eso
el mejor erotismo es el que aparece en obras que no son sólo
eróticas, aquéllas en las que lo erótico es un ingrediente dentro de
un mundo diverso y complejo. Y eso nos lleva, de nuevo, a la gran
literatura. De ahí que pueda decirse que sin erotismo raramente hay
gran literatura. Y al revés, una literatura que es sólo erótica
difícilmente llega a ser grande".
Una antología espontánea
"Un texto que sólo es erótico resulta muy poco convincente porque
pierde vitalidad. Como la vida no es sólo sexo, un texto en el que
la vida no es otra cosa, termina siendo muy artificial y postizo, un
juego lúdico disociado de la experiencia vivida convertido muchas
veces en un artificio intelectual. No es ése el erotismo que me
seduce y estimula. En cambio, para mí es muy difícil que haya una
gran novela en la que no haya páginas de una alta intensidad sexual.
Recuerdo novelas de las que no se podría decir que son eróticas,
pero en las que hay episodios de una carga erótica tal que se han
convertido en el cráter de esas novelas, en la imagen que las
sintetiza. Por ejemplo, en Esplendor y miseria de cortesanas, de
Balzac, hay un viaje en diligencia con dos personajes, una pasajera
y un joven que viaja frente a ella. Las irregularidades del terreno
precipitan a unos pasajeros contra otros, y el joven siente de
repente el roce de las rodillas de la pasajera. Es una descripción
maravillosa. De esa novela no se me olvidará nunca el roce en esa
clandestinidad nerviosa. Esos fogonazos eróticos dentro de una
historia tienen para mí una importancia capital. Un relato sin esas
apariciones de lo sensual no alcanza nunca la grandeza de las
novelas que incorporan esa experiencia. Lo mismo pasa en el Quijote
con la escena de Maritornes, en la que hay un erotismo muy rico,
aunque esté atenuado por el humor y por el sarcasmo. Tal vez porque
era la única manera de pasar la censura. Jaime Gil de Biedma contaba
que de joven había tenido una gran inflamación erótica con esa
escena.
Siempre he tenido la idea de hacer una antología del erotismo no
buscado, no deliberado. Es un proyecto que me sigue dando vueltas.
Sería algo así como la antología del humor negro de André Breton o
la antología de lo fantástico de Roger Caillois. Se podría hacer una
selección preciosa con textos eróticos procedentes de libros que no
sólo no son eróticos sino que difícilmente podrían concebirse como
eróticos, por ejemplo, algunos textos religiosos, los místicos.
Muchas cosas de san Juan de la Cruz pueden leerse en clave erótica.
Si uno los lee con un espíritu laico le pueden inflamar
extraordinariamente. Lo mismo podría decirse del Cantar de los
cantares. De hecho, el misticismo ha estado siempre muy cerca del
erotismo. Recuerdo, a propósito, San Genet, comediante y mártir, un
ensayo en el que Sartre compara, de un modo muy convincente, textos
de Genet con textos místicos.
Otro fragmento de antología es el comienzo de Moby Dick, una de mis
novelas de cabecera. En esas páginas hay una relación extraña entre
dos personajes masculinos, un indio y el narrador, que duermen
juntos en una casa. Aparentemente todo es muy puro, sin sombra de
erotismo, pero un lector malicioso, y todos lo somos, puede
encontrar extraordinariamente extraña la convivencia de estos dos
personajes, que establecen una especie de fraternidad carnal, aunque
no se mencione ni por asomo la posibilidad de una relación
homosexual. Otra muestra: la carga erótica del monólogo de Molly
Bloom, en el Ulises de Joyce. Son unas páginas de una fuerza
extraordinaria por la increíble sensualidad de Molly, que impregna
todo el monólogo de una especie de vaho seminal. Una lectura
'malintencionada' podría dar una maravillosa antología del erotismo
no buscado, aislando textos, igual que en esos libros de arte que
reproducen fragmentos de obras concretas".
Un canon personal
"En mi canon personal de la literatura erótica entendida en el
sentido tradicional estarían, entre los textos clásicos, el
Decamerón de Bocaccio, que tiene algunas historias muy ingeniosas y
divertidas. Más tarde, Fanny Hill, de John Cleland, y Memorias de
una cantante alemana, de Wilhelmine Shroeder-Devrient. El marqués de
Sade, por supuesto: la historia de Justine quizá sea la más compacta
y ordenada. De Restif de la Bretonne, El pie de Mignonne (el pie de
la bonita, de la chica bonita, podría traducirse), una novela
absolutamente deliciosa en la que los personajes se enamoran de la
protagonista exclusivamente a través de su pie. Es una novela
fetichista con un humor que le da mucha gracia. Dentro de la
literatura más moderna, Bataille, desde luego. ¿Qué libro de
Bataille? La historia del ojo. Es la más novela, la que tiene mejor
tejido narrativo, aunque en ocasiones el exceso de perversión la
desvitalice un poco y la vuelva un tanto intelectual. Es, no
obstante, un libro excelente. En esa lista estaría también Sacher-
Masoch y La Venus de las pieles. Los trópicos de Miller, el de
Capricornio y el de Cáncer. El cuaderno negro, de Lawrence Durrell,
aunque es de un erotismo un poco siniestro, pero muy bello. Se
trata, además, de un acto de gran coraje y de un exhibicionismo
bastante audaz.
Dentro de la literatura española lo más interesante son ciertos
capítulos del Tirant lo Blanc, escritos con extraordinaria gracia y
talento: las historias de la princesa Carmesina y sus juegos con
Plaerdemavida. Todas las escenas de alcoba del Tirant son obras
maestras de la literatura erótica. Y, por supuesto, La Celestina. Y
La lozana andaluza, un libro muy divertido, de una libertad insólita
para la época en cuestiones de sexo, aunque por momentos haya un
exceso de vulgaridad. Para mí ese exceso en un texto erótico lo hace
irreal, lo convierte en un juego verbal.
Hay un autor, por último, que habría que citar: Roger Vailland, que
trabajó con Roger Vadim, el director de Y Dios creó a la mujer, la
película de Brigitte Bardot... Vailland escribió algunas novelas que
no tiene demasiado interés, pero sobre todo escribió La mirada fría,
un ensayo sobre erotismo que lleva un epígrafe de Sade que dice: 'Y
él lanzó sobre mí la mirada fría del perfecto libertino'. Es un
libro muy interesante en el que sostiene que para que haya erotismo
tiene que haber represión, que la libertad y el erotismo están
reñidos. Dice que las muchachas del siglo XVIII han pasado a la
historia de la civilización como las más eróticas. ¿Por qué? Porque
estaban educadas en los conventos, y los conventos, a través de sus
prohibiciones y de sus obsesiones, creaban una curiosidad y unos
tabúes que eran los mayores fermentos para la imaginación. Vailland
dice que sin la Iglesia católica no hubiera sido posible el
erotismo. Por una parte creó las prohibiciones y, por otra, creó un
entorno, un ceremonial que le ha suministrado al erotismo su
instrumental más rico y novedoso".
Elogio de la madrastra
"Elogio de la madrastra es un juego con muchas alusiones a las
imágenes eróticas de la pintura. Para mí escribir esa novela fue un
experimento divertido que me permitió emplear un lenguaje muy rico y
preciosista que no utilizo jamás en mis obras, en las que el
lenguaje es muy funcional, siempre en relación con lo que quiero
contar. En el Elogio había un juego formal que permitía contar la
historia con un lenguaje rebuscado, muy poco realista. En Los
cuadernos de Don Rigoberto, sin embargo, el erotismo es más
intelectual. Hay juego, pero en menor medida que en Elogio de la
madrastra. Allí el lenguaje ya no es el mismo, no podía serlo. La
historia tenía más pretensiones realistas y el lenguaje es, no diré
más crudo, pero sí que está menos presente. En el Elogio el lenguaje
es casi un espectáculo por sí mismo, una presencia que se interpone
entre el lector y la historia".
Placer frío
"Últimamente ha cobrado gran fama La vida sexual de Catherine M., de
Catherine Millet, pero en este caso no se trata de erotismo. Es un
libro muy interesante, pero no erótico, sino profundamente
intelectual, una especie de autoexamen, casi una autoautopsia de la
vida íntima de la autora. Yo no recuerdo haber leído una sola página
de ese libro sintiendo que ahí había un estímulo sexual. Se trata,
eso sí, de una experiencia insólita: la de una persona que cuenta
con total desenvoltura la historia de una sexualidad desenfrenada.
Lo más sorprendente del libro es, con todo, la frialdad con que ella
expone esa experiencia. Aunque la población de los fantasmas
personales es infinita, no creo que ese libro pueda inflamar
sexualmente a nadie. Un libro erótico, a la vez que produce un
placer estético, es un libro que tiene también que hacer las veces
de un afrodisiaco. Si no te crea una sensación de entusiasmo y de
apetito sexual no termina de cumplir enteramente su función".
Testimonios recogidos por Javier Rodríguez Marcos.